Rosita, así solían llamarla, estaba sentada del lado de la ventanilla, de un colectivo completamente lleno. Aunque a su lado todos podían observar el asiento vacío, nadie lo ocupaba.
A sus espaldas, dos mujeres hablaban, y, no por chusma sino por falta de sordera, Rosita no podía más que escucharlas.
-No entiendo a esas mujeres -le dijo al hada que se sentaba a su lado.
-¿Por qué no, Rosita?
-Hablan de una persona que supuestamente es muy mala, pero desde que las escucho, sólo enumeran sus virtudes.
-Eso, Rosita, se llama envidia.
-... -luego de un prolongado silencio-no entiendo la envidia.
-Y ellas no entienden a las hadas.
Siguieron el viaje sin hablar mucho. Rosita no necesitaba hablar con el hada que la acompañaba para saber que estaba a su lado. Y todos a su alrededor no necesitaban ver al hada para saber que no podían ocupar su espacio.
Siempre en el bondi hay que tener una lapicera y un anotadorcito, es ley. Aunque me imaginaba otra historia al leer el título, quién sabe.
ResponderEliminarQué lindo!! Me hizo acordar a la mujer que vende poemas, no sé por qué- te quiero genia
ResponderEliminaraaah que hermoso !!
ResponderEliminarquizás suene exagerado pero me dio una paz ... me parece que me voy a dormir ahora así me llevo esa sensación conmigo .. :)
saludos muchacha ..
Quizá es tu hada la que te dio esa paz :)
ResponderEliminarBesos a los 3