-Les voy a contar una historia-les dijo el actor, al lado de la chimenea, como cada día y ambas se acomodaron en sus lugares. Rosita era la más emocionada, claro.
Enseguida, el ambiente comenzó a tomar otro color, o, mejor dicho, muchos colores, porque no por nada a aquella hada le decían Arcoíris.
-¿Es una historia de amor?-preguntó Rosita
-Es una historia sobre el corazón de una artesana, pero no necesariamente es una historia de amor-contestó el actor.
-¿La artesana se llama Rosita?-aquella joven seguía teniendo alma de niña.
-Solo por esta vez. No se pueden llamar todos los personajes igual, Rosita.
-Bueno, arranquemos, que me desinspiro -puso en orden el hada, mientras hacía fuerza para mantener los colores.
-Muy bien. Erase una vez una artesana llamada Rosita. En el barrio todos la conocían y apreciaban mucho, porque era muy bondadosa y siempre, sin importar la hora, el día o el estado del clima, ella llevaba una sonrisa en el rostro.
»Todas sus artesanías eran muy valuadas, sobre todo entre la gente que la quería, que era mucha. Pero ella siempre las vendía al precio justo, y si podía, las regalaba. Sólo le importaba poder subsistir y seguir haciendo artesanías. Y, sobre todo, le importaba que quienes recibían algo de sus manos, lo cuidaran como un tesoro, porque eso eran para ella. Eran su tesoro.
»Algunas veces, ella regalaba sus artesanías a personas que creía buenas, y luego las encontraba tiradas en basurales, o en la playa, o en la calle. Y ella sufría mucho, no solo porque todo su trabajo no fuera valorado, sino porque se daba cuenta que a aquellas personas, nunca más podría regalarles nada. En general, sin embargo, volvía a darles regalos después de algunos días, pues era una persona que no guardaba rencores demasiado tiempo.
»Un día, decidió que haría su obra maestra. Y decidió también que no la vendería cuando estuviera terminada, sino que se la regalaría a la persona adecuada. Así fue, que comenzó a hacer un corazón de porcelana.
»Al principio fue un corazón como cualquier otro. Pero poco a poco lo fue decorando, con aquellas cosas que iba obteniendo de la vida a su alrededor. Le ponía gomitas de colores, plumas, dejaba que los niños marcaran sus manitos. Cada día fue más especial y más hermoso.
»Había días en los que algunas personas se acercaban al corazón de la artesana, y le daban arañazos, lo pateaban, intentaban sabotearlo. Algunos porque les parecía una falta de respeto que existiera un corazón de porcelana tan hermoso y frágil. A otros, simplemente, porque les gustaba hacer daño.
»Rosita, la artesana, empezó a proteger aquel corazón cada vez más. No quería que lo siguieran dañando. Lo barnizó, lo recubrió con sellador, hizo todo lo posible porque fuera cada vez menos frágil. Y empezó a ocultarlo de la gente. Era su obra maestra, y no quería que le hicieran daño.
»Un día, sin embargo, mientras ella miraba la luna llena, como toda buena soñadora debe hacer, alguien logró filtrarse hasta su corazón de porcelana y lo estrelló contra el piso. Ante el ruido, la artesana corrió, grtió, lloró, intentó llamar a la policía, pero fue demasiado tarde: el delincente habia huído y el corazón de porcelana había quedado hecho trizas en el piso. -el actor hizo una pausa para esperar a que Rosita, la verdadera, la niña, secara sus lágrimas.y se sonara la nariz.
»La artesana era, a pesar de todo, muy habilidosa. Y también era muy obstinada. Así fue que, luego de llorar durante muchos días a su corazón, decidió que debía recomponerlo. Que de nada valía tenerlo ahí tirado (porque claro, no lo había movido de su sitio). Que lo único que le quedaba por hacer era juntar los pedacitos de porcelana uno por uno, pegarlos, y hacer de cuenta que el corazón era igual de hermoso que antes.
»Y eso fue exactamente lo que hizo. Reconstruyó su corazón pieza por pieza, hasta que todas quedaron en su lugar. Ya no fue la misma obra maestra que había sido, claro, pero al menos tenía buen aspecto.Y parecía listo para ser regalado.
»Pero la artesana no se animó a regalar aquel corazón que tanto esfuerzo le había llevado armar. No se animó porque supuso que, si aquella persona a quien se lo diera, volvía a romperlo, le sería imposible reconstruirlo. No se animó porque sentía que su corazón podía volver a superar una caída.
»Así fue que, después de tanto trabajo, la artesana Rosita decidió esconder su corazón de porcelana remendado. Lo escondió, primero, en una caja fuerte. Pero le pareció poco. Por lo que, además, lo ató con cadenas. Y finalmente, contrató a un custodio, que se quedase los días que ella no estaba en casa, para no dejar nunca al corazón solo y descuidado.
»Y entonces fue que aquella artesana, llamada Rosita, querida por todos, se acostumbró a vivir sin su corazón. También se acostumbró a no sonreír los días de lluvia. Y a dormir por la tarde, incluso cuando no tenía sueño. Y se olvidó las lágrimas, porque ya no tuvo motivos para llorar: ya no hacía regalos que pudieran ser rotos por aquellos que los recibían. Se acostumbró a pagar las cuentas antes del vencimiento, y a vender sus obra de arte hasta entre sus amigos. Y se acostumbró a mirar poco la luna llena,por miedo a estar distraída.
-Pobre artesana, es muy triste vivir de forma tan aburrida por siempre.
-De todos modos la pasaba bien -aclaró el actor.
-Está bien ser prudente -enfatizó el hada.
-Baaaah, pero sin amor...-protestó Rosita.
-El cuento sigue -aclaró el actor,antes de seguir.
»Cierto día que no estaba en casa, la artesana recibió n llamado. Era el custodio de su corazón.
»-¿Qué ha sucedido, custodio?
»-Hay una persona que quiere hablar con usted. Le dije que usted no estaba y me dijo que no importaba. Que él venía a reparar su corazón.
»-¡Y me imagino que no lo habrá dejado entrar! ¿Si es un impostor, como todos los que han venido?
»-No lo dejé entrar señora, pero por eso la llamo. Me cuesta no creerle. Parece hablar en serio.
»-No lo deje entrar hasta que yo llegue. Voy para allá.
»Y la artesana Rosita fue. Y ahí la esperaba un muchacho, que decía que podía arreglar su corazón de porcelana.
»-Yo lo podría reparar del todo si quisiera, pero no quiero-mintió la artesana,para hacerse prevalecer.
»-Pero yo sí quiero-contestó el arreglador.-Me encantaría arreglarlo y llevármelo a mi casa. Se lo compro.
»-No es cuestión de dinero
»-¿Y entonces? ¿Cómo puedo hacer para llevármelo?
»Y luego de pensar un largo rato, la artesana le dijo que iba a tener que pasar muchas pruebas, para demostrar que no era un impostor.
-¿Y las pasó? -preguntó Rosita, ansiosa
-No lo sé-dijo el actor.
-Cómo que no lo sabés? -preguntó el hada, furiosa-¿Y qué clase de historia es si no sabés el final?
-Nadie lo sabe. Ni ella sabe el final todavía. Porque pasó muchísimas pruebas, pero la artesana nunca siente que sean suficientes para demostrar la inocencia del muchacho que quiere su corazón.
-Exceso de prudencia -comentó Rosita.
-La prudencia nunca es excesiva-repuso el hada.
-Yo tengo mis dudas respecto de ambas cosas. Creo que es exceso de estupidez-sentenció el actor.
Y así siguieron discutiendo un rato más, hasta que Rosita, la verdadera, la niña, se quedó dormida en el sofá,y fue hora de acostarse.
»Y mientras tanto, nadie, excepto aquel muchacho que lo quería reparar, se daba cuenta de que el corazón de porcelana nunca paraba de gritar pidiendo ayuda para salir de su cárcel de prudencia.
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