miércoles, 28 de septiembre de 2011

La mujer de sus sueños

Él la vio venir de lejos, y lo primero que pensó es que sería una más del montón. Apenas reparó en la rara combinación del traje naranja y las zapatillas negras, y miró para otro lado.
La cartera fue lo que le llamó la atención y le hizo observarla de nuevo. Una cartera que no tenía nada que envidiarle a la de Mary Poppins. La vio sacar y volver a meter muchas cosas (muy dispares por cierto) hasta llegar al diario "Crónica". Él no supo qué le extrañaba más, si lo enorme de su cartera, si que leyera el diario Crónica, o que estuviera en la estación a las 4 de la madrugada leyéndolo vestida con un traje naranja y zapatillas negras. No pudo dejar de mirarla.
Sus enormes lentes evidentemente la ayudaban a leer, pero pronto pareció aburrirse del diario ("ya lo habría leído? o es que en verdad no le gusta el diario Crónica y por eso se aburre?") y volvió a guardarlo en la cartera. De nuevo saque y ponga. Hasta que encontró lo que buscaba esta vez.
Él sonrió de oreja a oreja. No podía creerlo. Una radio portátil. Aquella a quien casi ni había visto llegar a la estación, ahora captaba todas sus miradas. Casi ni le importaba si ella se daba cuenta, era una maravilla su presencia. Hacía que la escena de alrededor, de por sí singular, se volviera de pronto pintoresca, como sacada de una película.
El toque final lo dio el collar de plástico. Él había pensado que era un collar artesanal, pero entonces se dio cuenta que no. Que era un collar blanco de plástico, de cotillón. "La fiesta le quedó chica, sin dudas" -pensó él.
En algún momento de la espera a que abrieran las puertas de la estación (mientras ni el frio, ni la hora, ni los "personajes del lugar" a ella parecieran molestarle) aquella mujer se encontró con algunos conocidos. "Te buscamos por todos lados y no estabas" - le reprocharon. "Ah, no. Me fui. Me vine caminando"-así, tan simple; no me quería quedar, me fui a caminar y escuchar mi radio portátil a las 4 de la mañana en la estación de tren cerrada. Hacía que la vida pareciera fácil y divertida.
"Vamos, venite con nosotros que te alcanzamos" -le dijeron sus conocidos, y a él el alma se le cayó a los pies. ¿Cómo iba a soportar ahora la espera del tren sin poder ver a la mujer que había conseguido su atención? ¿Qué le iba a recordar que la vida es bella, que vale la pena vivirla como a uno mejor le parezca? ¿Quién le iba a recordar que se puede escuchar la radio portátil a las 4 de la mañana con un traje naranja, zapatillas negras, anteojos gigantes y un collar de cotillón?
"No, no se preocupen, ya abren,ustedes vayan". No, no quería que se metieran en su vida. De haberlo querido, les hubiera avisado cuando se fue de la fiesta.
Ella se quedó ahí y él no podía más que querer acercarse. Quería decirle:
"-Si alguna vez encuentro al amor de mi vida, solo espero que en 50 años sea igual a usted.". Pero prefirió callar y seguir mirándola. Le recordaba a las tardes de mate con su abuela, y a la vejez a la que algún día querría llegar.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Querer hablar y no encontrar palabras
Querer reir y que falten motivos
Querer llorar y que se pierdan las lágrimas
Querer ser alguien nuevo,
y terminar siendo un eco del que se fue.

The big city

Luego de mi corta estadía en la Gran Ciudad (Buenos Aires, claro), mis breves reflexiones:
-Mis dos personalidades, la pacífica y la sobreexitada, están discutiendo hace rato si podría o no vivir allí. De todos modos, es algo que eventualmente no va a pasar en la brevedad, pero es para pensarlo.
-Los personajes y situaciones que uno puede encontrar son tantos que me inspiraron a más no poder. Así que, si todo sale como planeo, por estos días estaré subiendo cosas que se me ocurrieron entre viaje y viaje.
-Ahora entiendo la pasión que genera Starbucks!!!!!!

lunes, 12 de septiembre de 2011

Patafísica

Hay un momento en el que uno tiene revelaciones terribles. Por ejemplo, un día estaba fumando  y me di cuenta de que, aunque no fumara nunca más, tampoco nunca más iba a poder ignorar "cómo es eso de tener una adicción". O algo así, fue una revelación momentánea y un tanto estúpida (aunque tampoco dejé de fumar).
O como cuando creés enterrado para siempre a ese amor añejo y desteñido, y de golpe lo volvés a ver, te sonríe y te dice "cómo andás, tanto tiempo?", y vos querés morirte ahí porque de golpe tenés la certeza de que, como dije alguna vez "las heridas dejan de doler pero siempre dejan una cicatriz". Y te das cuenta que hay marcas en tu vida que nunca van a desaparecer del todo, como recordándote que si el diablo sabe por diablo, pero más sabe por viejo, los seres humanos más sabios sean, posiblemente, los que tengan más cicatrices. Qué sé yo.
Lo cierto es que hoy, viajando en colectivo -momento ideal, después de la ducha, para tener revelaciones increíbles- me di cuenta de algo importante: cuando se cambia de la "norma" a la "excepción" , nunca más se puede volver, o si se vuelve, nunca más se podrá ignorar "cómo es eso de no pertenecer a la norma". Siempre se sabrá que un día se dejó de pertenecer, y cuando se lo recuerde, la nostalgia será increíblemente dura.
Ahora bien, lo más triste del caso (y estense atentos, porque es triste en serio) es darse cuenta que uno sólo se dio cuenta de que está en la norma, pero no sabe cómo salir. Algo así como Neo en la Matrix, ponele. Una vez tuvo un dejá vù, y después se le apareció un negro que le dijo "elegí una pastilla" (y saquemos el chiste fácil de que era un negro drogón al final, porque no viene al caso) y así de fácil se pasa de ser un simple mortal a ser el salvador del mundo. Sólo que vos no tenés al negro ni tenés las pastillas, solo tenés la inútil certeza de que estás adentro de una realidad que no te corresponde, que no es real del todo. Y que toda revelación que intentes dentro de ella será inútil, porque será una vuelta de tuerca de lo mismo, nada más.
El tema, entonces, empieza a ser cómo despegarse. Porque seamos realistas , no te vas a ir a vivir al medio de la nada. Te gustaría, pero sos demasiado adicta a tu pc, a internet, a tu blog, a los edificios, al smog. Tenés, además, una familia que te está orgullosa de lo "políticamente correcta" que saliste, a la que no podés defraudar. Tenés una carrera que terminar, que esa misma familia se encargó de pagar, y un trabajo con el que te comprometiste -aunque no haya contrato, claro, precarización laboral- por lo menos, hasta fin de año. Tenés a tu mascota que duerme a la noche con vos, tenés amistades que mantener. Tenés a los compañeros militantes, tenés un proyecto de país que sostener. Y como si fuera poco, el profesor ese que te dice "a ustedes les toca mejorar el mundo". Bastante, no?
Y supongamos que salís, que te vas a vivir al medio de la nada.. ¿De qué serviría? supongamos, mejor, que te llevás libros, a montones, y montones de papel en blanco para escribir. Y entonces qué? Si estás apartada de todo, nadie lo va a leer. ¿Tiene sentido escribir así?
Tal vez la única solución sea llevar una vida nómade. Cuando empiezan las ataduras en un lugar: adiós. A otro mundo, a otra vida. Pero para eso, primero, hay que tener dinero para viajar, o el coraje suficiente de hacer dedo o de recolectar monedas haciendo malabares en las esquinas, y el corazón lo suficientemente acorazado como para no extrañar las vidas anteriores. Todavía no tengo ninguna de las tres cosas. De vuelta a la norma.

martes, 6 de septiembre de 2011

Mundos...

“Henri Miller dijo que la mejor manera de olvidar a una mujer es transformarla en literatura”, dijo la película, y el actor sonrió con una sonrisa de esas que son hasta contagiosas de tan grandes.
-No te entiendo –le dijo el hada, mirándolo de reojos.
-¿A mí? Y eso que tenés poderes. Yo, siendo un simple mortal, me entiendo perfectamente. Creo que me entiendo más de lo que vos te entendés a vos misma.
-No entiendo cómo podés vivir de tus obras –continuó, haciendo caso omiso de los comentarios de su interlocutor.- ¿No te cansa vivir más en ese mundo de fantasía que son tus teatros que en la realidad?
-¿Y qué es la realidad, eh? ¿Vos sos la realidad? ¡Sos un hada! ¿Qué te hace más real que los personajes de mis obras?

-Que estoy acá, hablando con vos en este momento, por ejemplo.
-Ellos también hablan conmigo. Hablan más y mejor que vos, sabías? Ellos me entienden, me personifican, personifican todos mis yo. En ellos soy más yo mismo que cuando no estoy actuando. Vivo para actuar porque es mi pasión, pero además, es mi mundo. Ahí todo es perfecto.
-Todo es perfecto porque lo hacés a tu medida. La vida real no es así. Ni yo, con mis poderes, puedo hacer que el mundo se adapte a mí.
-Pero le hacés mundos mejores a Rosita todo el tiempo, no?
-Eso es distinto…Es un regalo, un ratito para soñar. No pretendo que crea que los mundos a los que la llevo con mis poderes son la realidad. Ella sabe distinguir.
-Puede ser. Pero hay un momento, mi hermosa hada de colores, en el que podemos olvidarnos de que afuera hay guerras, que podemos olvidarnos de aquellas personas que nos traicionaron, podemos olvidar el frio de la soledad, podemos olvidar el sabor amargo de la derrota… cuando nos hacés viajar, Arcoirirs, el mundo desaparece y somos mucho más felices de lo que somos en lo que vos llamás “la realidad”. Y después de todo… ¿Esa felicidad no es real, acaso?
-Que esa felicidad sea real no justifica que olvidemos cuál es el mundo en el que de verdad debemos vivir.
-Odio vivir en este mundo, eso es lo que pasa mi dulce hadita. Me parece todo tan falso, todo. Si vos vieras el público cuando actúo… llegan grises, enfermos de realidad. Cuando empieza la obra, sin embargo, yo también los traslado, sabías? No necesito poderes para hacerlo, solo necesito hacer lo que mejor hago, que es actuar. Cuando se van del teatro, todos brillan, todos. Algunos más que otros, pero todos brillan. A la próxima función, algunos vuelven. Todos son grises de nuevo. Están enfermos de realidad otra vez. Ese no puede ser el único camino en esta vida. En cambio yo, vivo en mis mundos “no reales” como les decís vos, y mírame. Siempre verde. Siempre. ¿Qué es más real?
-Yo solo digo que lo que buscás todo el tiempo es evadirte. Por eso brillás, pero dudo de que eso sea del todo bueno. Nada más.
-Quizá tengas razón. Es probable, de hecho. Pero sabés qué? Prefiero una vida entera evadiendo la realidad, pero ayudando a que, por un ratito, la gente brille conmigo, a una vida amarga y gris para siempre.
                El hada lo miró y le sonrió. Después de todo, pensó, ella también prefería que él hiciera eso.