Él la vio venir de lejos, y lo primero que pensó es que sería una más del montón. Apenas reparó en la rara combinación del traje naranja y las zapatillas negras, y miró para otro lado.
La cartera fue lo que le llamó la atención y le hizo observarla de nuevo. Una cartera que no tenía nada que envidiarle a la de Mary Poppins. La vio sacar y volver a meter muchas cosas (muy dispares por cierto) hasta llegar al diario "Crónica". Él no supo qué le extrañaba más, si lo enorme de su cartera, si que leyera el diario Crónica, o que estuviera en la estación a las 4 de la madrugada leyéndolo vestida con un traje naranja y zapatillas negras. No pudo dejar de mirarla.
Sus enormes lentes evidentemente la ayudaban a leer, pero pronto pareció aburrirse del diario ("ya lo habría leído? o es que en verdad no le gusta el diario Crónica y por eso se aburre?") y volvió a guardarlo en la cartera. De nuevo saque y ponga. Hasta que encontró lo que buscaba esta vez.
Él sonrió de oreja a oreja. No podía creerlo. Una radio portátil. Aquella a quien casi ni había visto llegar a la estación, ahora captaba todas sus miradas. Casi ni le importaba si ella se daba cuenta, era una maravilla su presencia. Hacía que la escena de alrededor, de por sí singular, se volviera de pronto pintoresca, como sacada de una película.
El toque final lo dio el collar de plástico. Él había pensado que era un collar artesanal, pero entonces se dio cuenta que no. Que era un collar blanco de plástico, de cotillón. "La fiesta le quedó chica, sin dudas" -pensó él.
En algún momento de la espera a que abrieran las puertas de la estación (mientras ni el frio, ni la hora, ni los "personajes del lugar" a ella parecieran molestarle) aquella mujer se encontró con algunos conocidos. "Te buscamos por todos lados y no estabas" - le reprocharon. "Ah, no. Me fui. Me vine caminando"-así, tan simple; no me quería quedar, me fui a caminar y escuchar mi radio portátil a las 4 de la mañana en la estación de tren cerrada. Hacía que la vida pareciera fácil y divertida.
"Vamos, venite con nosotros que te alcanzamos" -le dijeron sus conocidos, y a él el alma se le cayó a los pies. ¿Cómo iba a soportar ahora la espera del tren sin poder ver a la mujer que había conseguido su atención? ¿Qué le iba a recordar que la vida es bella, que vale la pena vivirla como a uno mejor le parezca? ¿Quién le iba a recordar que se puede escuchar la radio portátil a las 4 de la mañana con un traje naranja, zapatillas negras, anteojos gigantes y un collar de cotillón?
"No, no se preocupen, ya abren,ustedes vayan". No, no quería que se metieran en su vida. De haberlo querido, les hubiera avisado cuando se fue de la fiesta.
Ella se quedó ahí y él no podía más que querer acercarse. Quería decirle:
"-Si alguna vez encuentro al amor de mi vida, solo espero que en 50 años sea igual a usted.". Pero prefirió callar y seguir mirándola. Le recordaba a las tardes de mate con su abuela, y a la vejez a la que algún día querría llegar.
Hermoso! Melancólicamente alegre... me encantó amiga.
ResponderEliminarMuy bueno. Intenso y enigmático.
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