-Si conseguís mirar el sol por tres horas seguidas, te convertís en una planta-le dijo el muchacho, y ella supo inmediatamente que estar en ese cuarto de hotel con aquel desconocido no había sido, después de todo, la mejor idea que había tenido.
Habían logrado tener sexo al menos, es cierto, y eso ya era mucho decir. Pero después de una hora de oficiar de enfermera de un flaco al que la proximidad del acto sexual le hace bajar la presión, no sentía muy erotizada que digamos.
Además, estar en un cuarto de hotel sentada en el piso, escuchando las historias de viajes de alguien que solo había visto una vez antes y que no parece estar muy preparado para tener ningún tipo de sexualidad con ella, le recordaba a una frase que había leído en un cuento, hacía pocos días atrás (“ Tampoco entendí si lo que sucedía nos llevaría a algún tipo de sexualidad o éramos simplemente dos personas agrediéndose en el cuarto de un hotel. Estaba más seguro de lo segundo que de lo primero. Pero acostado ahí estaba cómodo y sereno después de bastante tiempo. Y eso ya era mucho pedir. ”). La situación era casi calcada a la que había leído, y la situación escrita estaba inspirada en una que había sucedido apenas hacía una semana. Y con ella como protagonista.
“¿Por qué no puedo tener citas normales?” se lamentaba la muchacha, mientras acariciaba el cabello de aquel extraño que, recostado en un sillón con las piernas levantadas, contaba historias para no quedarse dormido, y para intentar no pensar que había pagado una suma importante de dinero para estar ahí y que no podía ni levantarse.
-No te creo. ¿Cómo que te convertís en una planta?
-Bueno, no en una planta planta, pero podés dejar de comer porque la luz solar te da energía. Como que vivís de la fotosíntesis. Lo estudió la NASA, buscalo.
-Sí, lo voy a buscar-le dijo ella, sabiendo que lo haría con la única finalidad de poder subirlo a su blog.
El chico que quería ver el sol y convertirse en planta era el más lindo con el que había pasado una noche en mucho tiempo. Morocho, ojos verdes, barbita, voz grave, buena onda, lindo perfume; un poco boludo también, pero porque todo en la vida no se puede. Sin embargo, tenía un defecto enorme para ella. Uno más grave todavía que ser medio boludo. Se iba a vivir a otro país al día siguiente. Y si bien a la muchacha la halagaba un poco pensar que en su último día en la ciudad había querido verla a ella antes que a cualquier otra persona, le daba mucha lástima no poder volver a verlo. Sobre todo, porque la intrigaba mucho saber si era mejor en la cama cuando no estaba mareado. Porque esa noche, de no haber sido por ella, se caía en picada.
-Pero ahora hablame de vos. Hablemos de política. De cómo te convertiste en una pequeña militante.
Ella no tenía verdaderas ganas de hablar de política en ese momento, sobre todo porque no creía que a él fuera a interesarle realmente lo que tenía para contar. Pero habló igual. Para llenar el silencio, y para evitar seguir hablando de convertirse en planta. Lamentablemente, hablar de su militancia implicaba nombrarlo a él. No, no a Néstor. Bueno, a Néstor también, pero se refería a otro “él”. A aquel militante que la había enamorado hacía como dos años y que todavía no lograba sacarse de la cabeza.
“Genial” pensó, mientras seguía hablando “ahora no sólo estoy hablando de política con un chabón al que no le interesa, sino que estoy pensando en el amor de mi vida, y estar hablando de política con un chabón al que no le interesa mientras pienso en el amor de mi vida me recuerda que el chico más interesante que conocí en los últimos 10 meses salió una vez conmigo y volvió con su ex.” Pensó también que tenía que concentrarse en lo que estaba diciendo en lugar de pensar tantas boludeces, y pensar eso de nuevo le recordó a aquel cuento. “Dios, que me internen”
-Y así fue, más o menos.
-Ah… sabías que mi tio es un ministro re capo?
-Ah, si? Qué bueno, mirá.
-Sí sí, es un genio, yo siempre le pregunto todo.
-¿No le hablaste del boludo de la NASA que se convirtió en planta?
-No era un boludo, era un capo el chabón. Y sí, le pregunté, dice que puede ser verdad.
-Entonces mañana empiezo a mirar el sol, ya fue. Si me quedo ciega me quedo ciega.
El chico la acarició y le dio un beso, lo cual era la primera muestra de cariño –y no de mera calentura- que había tenido en toda la noche –que era, de hecho, la única noche en la que habían pasado más de 10 minutos juntos. Ella le dedicó una sonrisa sincera y le dijo que en abril iba a ir a Brasil. Él le dijo que la iba a estar esperando; y ella supo que los dos estaban mintiendo. “Es la vida que me alcanza” pensó y se puso a cantar en su mente.
Y cantó, y siguió cantando en su mente. Y se vistieron y volvieron a su hogar, y ella siguió cantando. Y en alguna canción logró dormirse y olvidarse por un rato de los hombres que habían pasado por su vida sin amarla, y olvidarse de las veces que ella había querido y había terminado perdiendo, y del momento en que decidió cerrar su corazón para siempre y no volver a querer, y del miedo que le daba convertirse en una roca, y del miedo que le daba no convertirse en una roca y sufrir. Y esa noche soñó que vivía en el planeta del principito con su rosa, y fue una noche feliz.
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