martes, 7 de diciembre de 2010

Onírico

Las cuatro de la mañana, la calle desolada, los autos con las últimas personas desapareciendo por la calle, y ahí están ellos dos, diciéndose mil cosas sin abrir la boca, sabiendo casi como si pudieran leerlo los pensamientos del otro, avanzando despacio hacia un lugar un poco más habitado, hacia un transporte que los lleve... vaya a saber dónde.
La noche está fría, pero ellos sienten el calor de sus cuerpos cercanos, hablan pero se miran los labios, hablan pero se desean los labios, quizá ambos esperan que el otro dé el primer paso, o quizá simplemente esperan que algo pase, pero lo cierto es que esperan, hablan y esperan... vaya a saber qué.
La gente a su alrededor los mira, no entiende qué hacen ahí, por qué no hacen nada más que estar ahí. No entienden cuánto se desean, hace cuánto se desean. No lo entiende la gente, pero ellos lo saben, saben que ambos están pasando lo mismo. No se animan, pero de repente, ahí están. Sus caras muy cerca, sus respiraciones entremezcladas, y sus labios, sin que estén muy seguros de en qué momento o cómo sucedió, unidos.
Hablan un poco más, aunque entienden que las palabras están casi de más. Hablan camino a casa, bajo la vigilancia silenciosa de los que no entienden lo que ellos sienten, lo que les pasa; hablan por llenar el espacio que los separa, hablan porque aman sentirse identificados con las cosas, y esperan llegar a casa.
Llegan a casa, la gente sigue sin entender pero no les importa, a estas alturas ya se necesitan demasiado como para que algo los detenga. La pava en el fuego hierve porque no les interesa sacarla, no les interesan el mate ni el café, solo se interesan mutuamente, el fuego de la hornalla parece pobre comparado con el suyo, y no se avergüenzan, después de todo, ¿Por qué lo harían?
Sus pieles se rozan, sus labios se unen de nuevo, ya no importan las palabras, ni importan los escrúpulos, solo ellos dos, la noche, la noche que empieza a amanecer, la luz que empieza a entrar por las rendijas de la ventana, mientras ellos se entrelazan en un largo (casi eterno) abrazo.
Volver no es tan fácil como llegar, volver cuesta. A ella le da miedo que no vuelva a pasar, llega a su casa con la luz del día y teme más que ninguna otra cosa que todo haya sido un sueño. Todo le parece onírico, irreal, como sacado de una película, como sacado de un sueño. Onírico.

2 comentarios:

  1. (: Eso fue amor. Si se me permite, yo sacaría no el onírico final, sino el que aparece unas palabritas antes. Nos vemos por aquí, darío.

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  2. Jajajaja, "amor"... no sé, no sé. Gracias por la sugerencia :)

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"Encuentro entre personas y por tanto, de subjetividades, las que se exploran, se invitan al diálogo -espacio de encuentro-y al final se pronuncian creándose mutuamente y así creando mundos completamente renovados". Ayudame con tu subjetividad a crear un mundo nuevo vos también (: